En Andalucía se han duplicado las denuncias por
bullying en 2016 y los padres de la víctimas se sienten «desamparados» ante el
«ocultismo y la pasividad» de instituciones y colegios
«Mamá, papá: No puedo seguir luchando. Me voy a
rendir». Estas podrían haber sido las últimas palabras de Pedro, de solo
nueve años, si Lidia, su madre, no hubiera encontrado a tiempo la grabación que
escondía en su habitación a modo de despedida. Además de aislarlo, algunos de
sus compañeros se mofaban diariamente de él a gritos de «gordo, piojoso o
caramierda», llegando incluso a aprovechar la ausencia del profesor para
agredirlo físicamente. El de Pedro no es un caso aislado.
De hecho, Andalucía es la comunidad autónoma con
mayores tasas de acoso escolar de toda España según el informe Cisneros X,
cuyos resultados estiman que el 27 por ciento de los alumnos andaluces
ven lastradas sus vidas por el «virus» imparable de este fenómeno. Lejos de
erradicarse, parece que el problema va en aumento. La prueba es que en 2016
la oficina del Defensor del Menor recibió 41 quejas por acoso frente a
las 22 que se tramitaron en 2015. Familiares de algunas de las víctimas
aseguran a ABC de Sevilla que los planes de prevención y protocolos de la Junta
son «papel mojado» y se sienten «hundidas y desamparadas» ante la «pasividad»
de la Administración y los colegios.
Para el director del Instituto Andaluz para la
Prevención del Acoso Escolar (Iapae), Rafael Romero, este ocultismo se
debe «a la buena reputación que creen que tiene decir que en sus centros
no existen casos de este tipo». El vicepresidente de la Asociación de
Profesores de Institutos de Andalucía (Apia) y docente, Javier Puerto,
por su parte, replica que «es a la Junta a la que no le luce admitir que esto
ocurra dentro de sus propios muros». Según Puerto, «todos los gobiernos están
muy concienciados con la violencia de género porque se da en el
ámbito privado, pero el bullying ocurre en el público», lo
que dificulta que entonen el mea culpa.
Artes marciales anti-bullying
Niños de toda Andalucía que sufren situaciones de este
tipo acuden a los talleres de defensa personal y psicoasertividad que
tanto Rafael Romero como la pedagoga Alicia Pérez imparten en Iapae.
Mediante teatros infantiles y ejercicios de simulación de estrés, los
críos aprenden a prevenir y controlar el miedo.
Y es que cada vez son más las familias que confían en
las artes marciales para reforzar en sus pequeños valores como la seguridad
personal, el respeto, el trabajo en equipo o la coordinación. Durante
las sesiones los críos no aprenden técnicas para atacar a su agresor. La
clave de este nuevo método anti-bullying radica, de hecho, en que las víctimas
sean conscientes de que la violencia no es la solución a sus problemas y de que
cuentan con las herramientas necesarias para defender sus derechos.
De
acosadores a acosados
A su asociación han llegado chicos que se
autolesionan, que tienen ideas suicidas. Muchos de ellos llevan
sufriendo acoso desde los cuatro años y llegan a sentir que ellos son los
culpables.
Romero subraya que esta situación genera una ansiedad
de por vida que, en muchos casos, provoca que el niño que en su día fue víctima
se convierta en verdugo. De ahí que sea «fundamental» trabajar la prevención
desde Infantil. Sin embargo, muchos profesores se ven «atados de pies
y manos» en su lucha por acabar con esta lacra. «Algunos han llegado a
confesarme que saben que en sus clases hay un caso de acoso pero desde la
Dirección les pisan el freno».
Por este motivo, el director de Iapae propone la
creación una comisión formada por padres, alumnos, profesores y equipo
directivo que se encargue de valorar si existe o no acoso escolar y quitarle
así el «monopolio» de la última palabra a los directores de los colegios.
Los adolesentes se esconden
El vicepresidente de Apia, Javier Puerto, coincide con
Rafael Romero en que «la Consejería de Educación debería reconocer la
parte que le toca, dejando de tratar este fenómeno como casos aislados», pero
no está de acuerdo con él en que los profesores contribuyan a ocultarlos. «Trabajar
con adolescentes es complicado. Se esconden para que no puedas percibirlo,
pero cuando se ha detectado un posible caso, el director lo ha puesto en
conocimiento del consejo de convivencia y del inspector».
El problema no es, por tanto, el protocolo de la Junta
sino «los planes de convivencia tan blandos que tenemos», según los
cuales un alumno puede ser expulsado como mucho 30 días y su víctima cambiada
de colegio. Para Puerto, este dilema es «reponsabilidad» de todos. «En casa hay
que trabajar la prevención entrenando la empatía; en los colegios debemos estar
muy atentos para detectarlo a tiempo y la Junta, a su vez, debe reconocer su
parte de culpa».
La Administración autonómica, por su parte, ha
subrayado a ABC de Sevilla que «Andalucía es pionera en prevención y la lucha
contra el acoso y el ciberacoso» y que «las conductas altamente desfavorables,
y concretamente las de bullying, son mínimas». Como apuntan las fuentes
consultadas, según el Observatorio Observatorio para la Convivencia Escolar
las situaciones sólo «representan el 0,03%».